HISTORIA DE LOS ENTERRAMIENTOS EN CASTUERA


Con anterioridad a la reconquista de los territorios de la Serena a los árabes, era tradicional en la baja Edad Media que los enterramientos se realizaran en el interior de los templos religiosos. No fue hasta el siglo XVIII por la publicación de la Real Cédula con fecha del 8 de abril de 1787 y anteriormente la Orden del 28 de junio de 1804, referente a la edificación de los cementerios, cuando los templos religiosos fueron mandados a ser encalados y adecentados, dando lugar a suprimir de su interior los enterramientos. Los motivos alegados fundaméntale eran referentes a lo poco salubre y sanitario daban al lugar, como consecuencia de esta normativa se tomó la decisión de sacar a los exteriores de los mismos dicha actividad. En Castuera, se tomó la iniciativa de cercar los alrededores de la Iglesia de San Benito, en aquel tiempo situada en los extrarradios del núcleo urbano, construyéndose el nuevo camposanto, siendo denominado “Camposanto Católico de Castuera.” Hoy en día, en ese espacio se levantan las antiguas escuelas de San Benito, hasta hace poco en su subsuelo, se podían observar motivos de la antigua necrópolis. En años sucesivos, el incremento poblacional de Castuera dio lugar a que dicho camposanto, quedara pequeño en espacio, fue entonces, cuando fue adquirido por parte del Ayuntamiento un terreno alejado del núcleo urbano para erigir uno nuevo. Las obras se iniciaron en el año 1883 de lo que hoy es el actual cementerio municipal. El primer enterramiento está datado el 25 de julio de 1885 y no fue hasta 1927 cuando se iniciaron los trabajos de levantamiento y traslado de fosas del antiguo cementerio católico de San Benito al de nueva construcción. Según contaban, primero fueron trasladados los enterrados en bóvedas quedando restos de los sepultados en tierra. Debido al ingente numero de fallecidos durante la Guerra Civil, sobre todo en el año 1938, los muertos en la contienda, era colocados en un terreno anexo al cementerio nuevo, el cual fue integrado en el mismo con el paso del tiempo formando una ampliación del mismo. Como curiosidad histórica, la iglesia del recinto actual no fue construida en sus principios, la despedida religiosa del fallecido se realizaba en la actual iglesia de Santa Ana, la cual con el tiempo, se propuso la edificación de un nuevo templo por la escasez de espacio de la misma,  la insistente negativa del párroco de los años cuarenta al derribo de la ermita actual para la edificación de otra iglesia de mayores dimensiones dio lugar a la construcción  de la pequeña capilla en el interior del cementerio.


Vista actual



Ermita de San Benito


Capilla 


Antiguas lápidas recicladas


   
Acta defunción ultimo enterramiento ermita San Benito página 1 


Acta defunción ultimo enterramiento ermita San Benito página 2

Acta de defunción primer enterramiento cementerio actual. pág. 1.

                 Acta de defunción primer enterramiento cementerio actual. pág. 2.











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LAS FÁBRICAS DE TINAJAS.

 

La fabricación de tinajas de barro en Castuera fue una tradición artesanal que se remonta a comienzo  del siglo XIX. Este proceso se llevaba a cabo mediante la utilización de arcilla, dicha tierra legamosa, rojiza tan característica, era extraída y acarreada de terrenos adyacentes al pueblo que, con carros, tirados por bestias surtían a los talleres artesanos que posteriormente mezclaban con agua, dándole la textura idónea para ser moldeada con sus manos. Anteriormente para conseguir su óptima utilización, era amasada con los pies, ayudados a veces por burros o mulos o con utensilios muy rudimentarios. Ahora ya puesta en manos del maestro tinajero, con experiencia y  maestría empezaba a dar forma a la tinaja, iniciaba su construcción con una gruesa base, un sólido pegote de masa arcillosa, dicho “culo” como se le denominaba en el argot tinajero. Terminado el apoyo, empezaba a dar forma al cuerpo añadiendo círculos concéntricos con barro bien amasado y manos bien mojadas, manos que ayudaban a refinar e igualar la obra, rematando la vasija en la “la Boca” la cual dotaba de un grueso reborde, dando así más consistencia a la tinaja. Todo el proceso se realizaba con sumo cuidado y sobretodo habilidad, el cualquier momento se podrían partir, o quedar poros por el cual vertería su contenido. Finalizado el trabajo, se llevaba a cabo el marcado con el sello o logotipo de cada empresa, generalmente el apellido familiar, para saber su lugar de procedencia. Posteriormente eran dejada al aire durante un tiempo, ya secada  seria pasada al horno de leña para su cocción donde adquiría dureza y acabado final, dando por acabado su proceso de fabricación para posterior comercializado.  De formas similares, de tamaños variados eran contenedores idóneos para almacenar toda clase de líquidos, sobretodo vinos, alcoholes o simplemente agua, los productos en su almacenamiento, no solían presentar ninguna alteración, por eso en cualquier hogar o industria alimenticia, como bodegas o almazaras  se podían encontrar. Como curiosidad en ellas se almacenaba el pan o agua o se guisaban aceitunas para consumo en los hogares, se tenía entendido que ellas se ayudaba a su conservación, manteniendo el pan más blando y el agua más fresca en los veranos. Este sector socio-económico, al igual que la fabricación de turrón en tiempos posteriores, dotaron a Castuera de una identidad propia, la dieron conocer, dotándola de un prestigio que sobrepasaba los limites comarcales, hoy en día, después de tanto tiempo,  es fácil de encontrar tinajas, ya no con su uso para la cual fueron concebidas, por toda Extremadura, en incluso en regiones colindantes, en La Mancha y Andalucía  sobretodo, adornando espacios insospechados, dándoles aire de sosiego y acogedora estancia. Tena, Caballero, Holguín, Cantel, o Chamizo… Cada fabricante, con su marca grabada en cada tinaja, daban singularidad a su producto, si ha de destacar alguna de ella, sería la familia Chamizo, es considerada la fábrica pionera y más prestigiosa a lo largo de su historia, en la cual emerge la figura del poeta Luis Chamizo, aunque nacido en Guareña de orígenes Castueranos, no en vano es descendiente de esta familia tinajera.  Su fábrica estaba emplazada en los terrenos que posteriormente ocuparon el Cine de verano Covadonga de la familia Atalaya de Tena y Bodegas Cancho, allí se encontraban todas las dependencias de la misma e incluso su vivienda familiar. A la muerte del fundador de la marca Chamizo, Justo Chamizo Sánchez, el negocio se fragmentó, surgieron nuevas marcas como Hijos de Justo Chamizo. Por esa época, parte de la familia se trasladó a la localidad de Guareña, iniciando aquí nuevos caminos en la tradición alfarera familiar. Allí encontraron buenas tierras, materias primas necesarias e hicieron del lugar un centro de producción muy importante, eso sí, aunque con algunas innovaciones, supieron mantener esa forma “panzuda” de las tinajas, tan peculiar a lo largo de su existencia. Se tiene constancia que con la marca “Viuda de Joaquín Chamizo”, ya en Guareña, se da por finalizada la saga familiar de tantas generaciones dedicadas a la alfarería que comenzó en Castuera con el verdadero artífice, Justo Chamizo Sánchez. Don Manuel Holguín Hidalgo, fue otro empresario tinajero a considerar, introdujo algunas innovaciones en su diseño y construcción, obteniendo patente de Invención por veinte años durante el reinado de Alfonso XIII. Su taller de fabricación estaba situado en lo que posteriormente fue también un cine, el cine de “El maestro Enrique”, conocido popularmente por el “Cine Bigotes” en la antigua calle El Polvo, en él, en sus instalaciones se podían contemplar grandes tinajas incrustadas en los muros de cerramientos tras la pantalla de proyección. Actualmente se pueden contemplar rectos de otra fábrica emplazada frente al paraje denominado La Charca, en la carretera de Campanario donde quedan depositados algunos ejemplares de gran tamaño, anteriormente colocados al lado de la vía, “En la curva de las tinajas” hacia honor a su nombre, llamándonos la atención al paso. Fue un periodo de la historia interesante en Castuera, aportó riqueza e identidad a un pueblo en tiempos muy duros que quedó reflejado en dichos populares como este, llevados de boca en boca, pasando por generaciones hasta hoy en día.


                 “...Don Benito por bonito,

                     Guareña por sus bodegas,

                     Medellín por su castillo

                     Por sus tinajas Castuera...”






1


2


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Imágenes 1. 2 y 3, autora Ruth Matilda Anderson.- CASTUERA 1928 (Coloreadas)






Sellos familia Chamizo




Pedro de Tena y Mora

                                                                   

Francisco Cantel


Fulgencio Tena y Compañía



Cine "Bigotes" antigua fábrica de Manuel Holguín Hidalgo




Fábrica  y almacenaje.






Tinaja lañada, Sellada en la fábrica de Justo Chamizo. El lañado, técnica de recuperar la tinaja mediante colocación de grapas




Publicidad. Correo  Extremeño. Año 1929, seis de Enero.




Comunicado en prensa. Correo Extremeño. Fallecimiento  de Justo Chamizo. Año 1901-26 de Agosto.














 

 


  


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RUTH MATILDA ANDERSON.- CASTUERA 1928

"Castuera, en el centro de La Serena, se encuentra en un valle abierto. Lo vimos desde una suave pendiente en la que crecían plantas frondosas de ese antiguo cultivo, el haba, de un metro de altura antes de que llegara marzo. Los techos rojos de las casas se encuentran con notable unanimidad paralelos al eje del valle, revelando sólo estrechas franjas de las paredes blancas de abajo.


                            Figs.356-356 Trabajos de Orfebrería.


Más allá del pueblo, irrumpiendo en la cresta elle la roca una ballena se perfilaba como una isla contra una extensión que una vez formó parte de los pastos reales. Este paisaje encontró su poeta en Luís Chamizo (1894-1946), que nació en Castuera de una familia de agricultores. Sus versos celebran las alegrías y las penas y la fortaleza de las muchachas en cortas faldas verdes, de los pastores "embutidos en prendas de piel de cabra", de los habitantes de las cabañas de helechos y de la planta medicinal, la montaña. En su obra Las Brujas, producida tanto en Sevilla como en Madrid, la escena es la de un carbonero, pero "enclavado en una dehesa de Extremadura". Para un forastero, el uso del dialecto extremeño hace que el texto sea algo oscuro. Además de la tierra que produce frijoles y pastos, Castuera poseía campos de arcilla de alfarero que podían ser construidas en tinajas más altas que un hombre. Una fábrica había dejado de fabricar tinajas de la forma antigua como las pequeñas tinajas que adornaban su puerta de entrada  y las grandes vasijas de vino en Montánchez. En su lugar, se estaba haciendo conos, reteniendo la pequeña base de unos treinta centímetros de diámetro, como si fuera más fuerte que un ancho, pero sacrificando la curva continua de la pared a giros angulares y lados rectos. Con sólo su ojo para guiarlo, un alfarero colocó la arcilla, rollo por rollo, durante muchos días, reafirmando y alisando la pared a medida que progresaba. Cuando la forma estaba completa, un recipiente tenía que secarse durante al menos dos meses antes de que pudiera ser cocido con fuegos alimentados con jaras en un horno (Fig. 356) de ladrillos y mampostería. El cono más grande contendría (250 arrobas. En los que se utilizaban para almacenar aceite de oliva, la superficie interior se cubría con cera caliente, sebo, mantequilla o manteca de cerdo; las tinajas de vino se trataban con asfalto o brea mineral. Los conos se vendían en la época de cosecha en Extremadura, Andalucía y Castilla. Dentro del pueblo la promesa de blanco vista desde el campo de las habas se expandía en una luz de infinita variación, ya que mientras las paredes encaladas de un lado eran martilladas por el sol, las del otro, fundidas en la sombra, se tenían tanto con el frescor del cielo azul profundo como con el calor de vivos reflejos. Las paredes blancas y el negro del terciopelo o de la pana imponían a los ojos y a las fotografías extremos contrastes. Un joven (Fig. 358) llevaba el sombrero cordobés, como una maceta invertida sobre un disco plano. Su mula llevaba una simple manta de dos anchos unidos y acordonados en un borde. Los hombres mayores (Fig. 357) usaban un fieltro más suave, abollado y moldeado a su gusto, y sobre el chaleco enrollaban una faja suelta y ancha. Un vendedor de flores artificiales (Fig. 359) llevaba grandes flores de tela de algodón de color cereza en una cesta coronada con una palma en miniatura. Se necesitaban para embellecer las salas blancas o los altares de las iglesias. Su traje para este agradable comercio era una larga blusa de algodón de un tipo generalmente de color bronceado, sobre la que había sacado las solapas de su saco para hacer un acabado contrastado. Vendía en la calle del Obispo Pérez Muñoz, con rejillas de hierro y se centraba en el Santuario de San Juan. 


       Figs. 357-358 Paisanos, Castuera  

Un vendedor de pescado (Fig. 360), que apelaba únicamente al hombre interior, llevaba una blusa corta azul y pantalones de terciopelo de tono claro. Desde cestas de sauce decoradas con hojas de palma o palmito ofreció besugo, merluza y pequeña merluza, trayendo a esta llanura sin salida al mar un soplo de aire marino del Mediterráneo en Málaga. Para pesar el pescado, llevaba una romana." 

                                                   Figs.359-360 Vendedores, Castuera



IMAGENES Y TRADUCION DE LOS TEXTOS  EXTRAIDOS DE LA OBRA:
SPANISH COSTUME  EXTREMADURA BY RUTH  MATILDA  ANDERSON 
MEMER THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA.


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